Mami y papi salieron un día a traerme un hermanito, regresaron un mes después, tristes, preocupados y cansados.
40 años después mami me pidió perdón por haberse ido aquel día y nunca más regresar como ella era antes.
Razones hubo: Oscar mi hermoso hermano grande nació de 3 libras y bajó una de esas libras en ese primer mes de vida. Sobrevivió a un parto prematuro, con un soplo en el corazón, transfusiones de sangre y complicaciones propias de haber sido gestado en medio de una separación que mis padres no lograron.
Luego de aquellos días el matrimonio se mantuvo “unido” bajo el mismo techo por mera supervivencia: había un niño que salvar. Y lo salvaron.
Ya a los 6 meses mi hermano Oscar era un niño de peso normal, mas bien robusto, enérgico, vivaz, inteligente y bastante sano. Hoy día Oscar mide 6 pies y es padre de dos niñas preciosas. Él se recuperó, junto a la voluntad de divorcio de mis padres.
Yo no tuve idea de cómo me había afectado aquello hasta hace relativamente poco tiempo en que pude notar como mis relaciones de negocios y de pareja estaban configuradas sobre la premisa de que eventualmente me abandonarían.
Esto se manifestaba siempre manteniendo un “pie dentro y otro fuera”, no comprometiéndome del todo, siempre llena de prejuicios motivados por este inconsolable y silente MIEDO AL ABANDONO.
Me costó millones.
La primera juventud caminaba sobre resentimientos y dolores innombrables, por desconocimiento y por … porque total! Para qué iba a reclamar!? Ademas yo ni siquiera sabia que tenia derechos.
Aquella época era un desorden: me fuí a vivir donde papi; pasé de ser casi una prisionera a la merced de una mujer explosiva e incoherente a no tener ningún tipo de atención, a que no me vigilaran para nada, a que solo me dijeran “no dejes tus botas en la sala” donde dormía mientras tomábamos café como si no pasara nada.
Los adolescentes, al menos nos pasó a nosotros, fuimos muy abandonados, tal vez porque parecíamos grandes y juiciosos, NO LO ÉRAMOS, éramos niños grandes desorientados y solos.
En aquellos poco a poco comenzó mi gran desorden: dejé de hacer ejercicios, terminé con el novio bueno y perfecto que yo tenia, Aquella familia del novio fue buena pero yo la subestimé, ademas siempre he estado en contra de vivir sin pasión y con exceso de reglas sociales, supongo.
También en aquellos días conocí a mis inmediatos amigos de consumo y noches desordenadas; con quienes comencé a explorar las drogas. Luego, casi de inmediato, dejé la universidad y comencé a trabajar en “producción audiovisual” en lo que destaqué inmediatamente.
En retrospectiva, y esa es la invitación y la conclusión de estas líneas, hubiese hecho la diferencia si yo me hubiese levantado como niña, como joven a exigir a mis padres que se organizaran que no habían terminado conmigo; que yo necesitaba una cama donde dormir, libertad, estructura, protección.
Pero no había memoria neurológica de dónde sacar el valor, la consciencia y la voz para reclamar mis derechos.
Mis padres venían de la indefensión, sin herramientas para tratar sus propias estructuras emocionales y cuando “se paraban por sus derechos” lo hacían desde la iracunda impotencia. Esto se manifestó en sus relaciones y resultados personales, profesionales y económicos. Por supuesto que nosotros no teníamos cómo exigir que se nos cuidara, no sabíamos que podíamos hacerlo, no sabíamos cómo hacerlo, ademas de la profunda pena que le tenia a mami y la admiración desmedida a papi.
Cuando no tenemos la memoria, el archivo, la sinápsis de un tipo de conducta o pensamiento, podemos crearla, la he creado, no tenemos la referencia.
Esto lo veo en ejecutivos que podrían ser super exitosos pero que están estancados por sus memorias del pasado o simplemente por no tener en su archivo otra forma de responder.
Los efectos de la niñez, cuando no sean recursivos, son tal vez no reversibles pero sí manejables. Podemos vivir de otra manera, podemos crear otras referencias, experiencias y futuro. Podemos trabajarnos y lograr la libertad total en todos los aspectos de nuestras vidas.